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domingo, 13 de julio de 2014

El niño de camisa abotonada y chaleco a cuadros me rompe el corazón

Familias palestinas abandonando sus hogares ante el aviso de ataque que les dio el ejercito israeli

Tan arregladito, con un portafolios que parece de esos de escuela de cuando yo era niña. Pareciera vestido para una ceremonia. Como si se hubiese vestido para algo importante. Tan bien arreglado, quizá así  se vistiera para comenzar unas esperadas vacaciones. Me pregunto cuánto tiempo le tomó elegir la ropa, si alguien lo ayudó, si la mama o el padre eligieron por él. Me pregunto si discutió y quiso la remera vieja pero buena, en lugar de esa camisa abotonada hasta el cuello, que estrangula la garganta. En cualquier caso va con la garganta ahogada el niño. Garganta de nudo que se propaga en todas direcciones. Con expresión bien seria. El dolor y el llanto por adentro bien guardados, porque tal vez le dijeron que no llore.

No se lleva muchas cosas. La pequeña mochila y el maletín, que probablemente le sea un poco pesado, y el niño trata de equilibrar con el movimiento del codo flexionado. Parece que algo llama la atención de la gente ahí a la izquierda. Pero él está mirando hacia adelante. No desvía la mirada del camino. Él tiene nueve, pero debe vivir como de veintinueve. Tiene la boca constreñida Muhammad  o Yusuf, o Awad, o Iyad. O Andy, o José, o Daniel o Ron.

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